Fabricantes de Japón

En 1902, Shintaro Yoshida, Presidente de la concesionaria de bicicletas Sorinshokai en Ginza, Tokio, visitaría los Estados Unidos para comprar bicicletas y también tendría tiempo de visitar la III Edición del New York Motor Show. Consciente de que pronto sería el turno de Japón para entrar en la era del automóvil, se haría con una selección de motores de gasolina, transmisiones, ejes longitudinales y otras partes para la construcción de un coche. Su primer acto después de llegar a Japón sería establecer la Automobile Shokai, una empresa de importación y venta de motos y vehículos de pasajeros de tres ruedas.

La compañía también repararía el escaso número de coches, importados principalmente de Panhard et Levassor, que ya habían empezado a aparecer en Japón desde 1898. Uno de los mecánicos del taller, Uchiyama Komanosuke, había estudiado ingeniería mecánica en Vladivostok y Yoshida, impresionado con las habilidades en la reparación de vehículos, le ofreció las piezas compradas en Nueva York y juntos, en 1902, construyeron el primer automóvil japonés de la historia.

Durante varios años, la producción japonesa se limitaría a modelos basados en automóviles europeos y americanos hasta los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, cuando todas las empresas industriales ubicadas en Japón, incluidas aquellas con capital extranjero, pasaron a ser propiedad japonesa. Al mismo tiempo, en conexión con la militarización activa del país, se iniciaría un sesgo en la creación y producción de vehículos para el ejército: camiones, chasis para vehículos blindados, vehículos de estado mayor y los pocos coches producidos se distribuirían principalmente entre los departamentos estatales y militares, alcanzando la escasa producción restante solamente a las clases más pudientes japonesas.

Después de la derrota en la guerra y la posterior ocupación del país, el desarrollo de la industria automotriz en Japón se congelaría debido a las sanciones impuestas por las fuerzas de ocupación a la industria. Estas medidas restrictivas se levantarían en 1949, cuando las empresas de la industria automotriz japonesa se consideraron inelegibles para el desmantelamiento y la exportación del país. La industria e encontraba en un estado tan deplorable que el Banco de Japón, los círculos financieros e incluso el gobierno japonés no la considerarían atractiva para la inversión y, nuevamente, los fabricantes de automóviles japoneses se dedicarían a la copia directa de las muestras de la industria automotriz estadounidense.

Con el crecimiento económico de Japón a partir de la década de 1960, la industria automotriz crecería rápidamente en los siguientes años tanto con productos para el uso doméstico como para la exportación global, llegando en las décadas de 1980 y 1990 a superar a los Estados Unidos como líder de producción mundial con hasta 13 millones de automóviles ensamblados por año.

Los japoneses tienen una gran capacidad para llevar a cabo el trabajo duro, un rasgo que muchos alaban por la entrega con que lo hacen, quizá sea porque el motivo de sus trabajos no reside tanto en el producto final de lo que hacen, sino más bien en el valor del trabajo por si mismo. El acto de trabajar es aceptado más como una disciplina espiritual que como una búsqueda de satisfacción económica. Desde entonces y hasta hoy, esta manera de pensar sobre el trabajo, se mantiene viva y muy fuerte en las compañías japonesas.

En el mundo del coleccionismo a escala 1/43, hay un sinfín de miniaturas de todo precio y calidades que representan estos vehículos para satisfacer a todo tipo de coleccionistas, bien sea de una marca determinada o más generalista. Como en otras secciones de ExpoMiniaturas43, se incluye una pequeña historia del fabricante y una nota informativa con los aspectos más interesantes de cada modelo y del fabricante de la miniatura.